julio 19, 2004

Avanza proyecto de aeropuerto en Tizayuca

Comprada 98% de la tierra
Avanza proyecto de aeropuerto en Tizayuca

La idea del plan es enfatizar la separación entre la mancha urbana de la Ciudad de México y la de la zona metropolitana de Pachuca, para evitar su absorción de forma desordenada como ha sucedido con algunos municipios conurbados y áreas metropolitanas de capitales cercanas

El transporte y particularmente la construcción del aeropuerto de carga, que probablemente llevará el nombre de Javier Rojo Gómez, serán el elemento estructurador del polo de desarrollo económico que el gobierno del Estado de Hidalgo está más que listo para comenzar a detonar en la zona Zapotlán de Juárez-Tizayuca, toda vez que la semana anterior la paraestatal Compañía Aeroportuaria Hidalguense, ya tenía compradas el 98% de las mil 600 hectáreas del polígono donde se asentará la terminal aérea.
El proyecto del aeropuerto comenzará su construcción probablemente a fines de octubre o a más tardar a mediados de noviembre, como una terminal de carga multimodal, es decir, con planes paralelos que le permitan la opción no sólo de articular los enlaces intermodales ya existentes, sino con la capacidad para crecer de manera gradual y ordenada a largo plazo, con otros enlaces potenciales, que lo conviertan en una llave de acceso y conectividad para el óptimo desarrollo de las comunicaciones aéreas en el centro del país.
En otras palabras, en la medida que las condiciones de crecimiento de la zona y la saturación del aeropuerto de la Ciudad de México así lo requieran, el aeropuerto del estado de Hidalgo podrá establecer también una terminal para pasajeros.
De hecho, el proyecto contempla que para comenzar a operar la terminal aérea atraerá los movimientos de aviación civil que tiene el actual aeropuerto de Pachuca, así como el componente de carga.

Alto a la mancha urbana

La elección del sitio para ubicar la terminal aérea, en el polígono compuesto por Zapotlán de Juárez, Téllez, Tizayuca y otras comunidades, tiene dos finalidades, a decir de personas cercanas al anteproyecto, que se encuentra en su etapa de redefinición técnica, económica y financiera, tras haberse cancelado la posibilidad de construir ahí el Aeropuerto Internacional alterno al de la Ciudad de México.
La primera de ellas es de previsión, con el fin de regular el crecimiento del Valle Pachuca-Tizayuca, frente al desbordamiento previsto por la expulsión de grandes y medianas industrias de los municipios mexiquenses de Naucalpan y Tlalnepantla, principalmente.
La idea del plan es enfatizar la separación entre la mancha urbana de la Ciudad de México y la de la zona metropolitana de Pachuca, para evitar su absorción de forma desordenada como ha sucedido con algunos municipios conurbados y áreas metropolitanas de capitales cercanas, altamente vulnerables por sus condiciones adecuadas para la expansión urbana (Ver recuadro 1).
Esa preocupación la relató el gobernador Manuel Ángel Núñez Soto, en la entrevista que le hiciera el director de La Crítica-Hidalgo, Javier Ibarrola, en nuestro primer número: “Si no ordenamos esto, van a llegar nuevos asentamiento de pobreza donde no haya empleo, donde se demanda todo tipo de servicios y vamos a tener que recortar el dinero que destinamos hoy a las actuales zonas de pobreza, para dedicarlo a las nuevas zonas de pobreza”.
Es decir, con el florecimiento del proyecto se pretende ponerle un dique a la continuidad física en condiciones de pobreza de las zonas periféricas de la megalópolis y a la vez unir a la Ciudad de México y su área conurbada a través de un transporte más eficiente, que tenga el propósito de configurar una red regional de transporte carretero, ferroviario, trenes ligeros y metro, con sus respectivos nodos de conexión.
El desarrollo y operatividad de esta red ambiciona lograr, sin lugar a dudas, la configuración deseable para cumplir con el programa de crecimiento programático de la región norte de la capital mexicana.
De hecho el gobernador hidalguense ha advertido que el gobierno tiene “un gran plan de desarrollo que implica 100 mil hectáreas para los próximos 25 años, pero con un crecimiento ordenado”.

Proyecto ancla

Aparejada con ésta intención, viene la segunda finalidad para la construcción del Aeropuerto en la zona Zapotlán de Juárez-Tizayuca, que es convertirlo en un proyecto ancla, a través de planes de desarrollo regional y municipal, que permitan el establecimiento de una zona industrial, con una alta capacidad de generación de empleos y un crecimiento ordenado de desarrollo sustentable en variados aspectos, como son la protección ecológica, la estructuración urbana, la producción agrícola e industrial, así como la creación de una mayor y mejor infraestructura carretera y ferroviaria.
Además de que a largo plazo este aeropuerto se puede convertir en un punto natural de distribución de carga para toda la zona central del país, ya que muy cerca, a unos kilómetros solamente, estará el entronque de la proyectada autopista que unirá a los puertos de Tuxpan en el Golfo de México y Manzanillo en el Pacífico.
Precisamente están en marcha los trabajos de modernización del tramo Colonias-Santa Catarina, de la carretera federal México-Laredo, que forma parte del proyecto Regional Gran Visión, que está contemplado dentro del desarrollo aeroportuario.
De igual forma, el gobernador Núñez Soto ha insistido en que trabajan para lograr la ampliación a 10 carriles de la autopista México-Pachuca, la realización de un segundo piso en Indios Verdes, así como la construcción de una nueva autopista con inversión privada.
La redefinición del proyecto se alejará escasamente del planteamiento original de lo que sería el aeropuerto internacional (ver recuadro 2), con la finalidad de impulsar un nuevo polo de desarrollo y actividad económica en distintas etapas, que permitan la viabilidad económica y financiera, y con la seguridad de que se tendrán los recursos suficientes para su crecimiento.
Este polo de desarrollo económico contemplaría además de la producción industrial, la actividad comercial y el impulso habitacional y la consolidación de Hidalgo también como una potencia turística en el ámbito nacional.
La Crítica-Hidalgo solicitó una entrevista con el secretario de Obras Joel Guerrero Juárez, así como con el vocal ejecutivo del Instituto de Vivienda, Desarrollo Urbano y Asentamientos Humanos, Horacio Ríos Cano, quien en su calidad de secretario de Desarrollo Económico estuvo al frente de los planes para la expansión económica de la zona, pero no fue posible tener sus puntos de vista sobre la forma como quedará finalmente el proyecto porque aún no está definida la totalidad del diseño.

Primera fase

Sin embargo, de acuerdo con informes desde la propia Secretaría de Obras del Gobierno del Estado, una vez que la compra de la reserva territorial se encuentra prácticamente en su proceso de culminación (la paraestatal Compañía Aeroportuaria Hidalguense –CAH– tenía compradas el 98% de las mil 600 hectáreas), sólo falta que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes oficialice el permiso o título de concesión a la CAH, y que la Secretaría del Medio Ambiente otorgue el permiso de impacto ambiental.
Con la certidumbre de que la reserva territorial ya fue adquirida por el fideicomiso, y una vez recibidos tanto el título de concesión como el permiso de impacto ambiental, el otro paso importante del proceso será la convocatoria que realizará el gobernador Núñez Soto para promover la participación de la iniciativa privada nacional e internacional, con el fin de invertir en la construcción de la obra.
Una vez logrado asegurar la inversión por alrededor de 500 millones de pesos, a más tardar a mediados de noviembre comenzará la construcción de la etapa inicial de la terminal aérea de carga multimodal, que implica la edificación de una torre de control y el tendido de una pista, que oscilará entre cuatro y cuatro y medio kilómetros de longitud.

Recuadro 1

Desarrollo urbano equilibrado

La construcción de la terminal aeroportuaria de carga multimodal es congruente con el programa General de Desarrollo del Distrito Federal 1995-2000, que se basa en tres puntos estratégicos:

*Desarrollo urbano a largo plazo
*Facilitar el acceso a la vivienda como base del bienestar familiar, y
*Avanzar hacia un medio ambiente sano

La estrategia de desarrollo regional y urbano integral, entonces, se desarrolla de la siguiente forma:

*Lograr la reducción del ritmo de crecimiento de la megalópolis que constituye la zona metropolitana del Valle de México, apoyada en el desarrollo alternativo de las ciudades que integran lo que se conoce como la “corona regional”, que son Toluca, Pachuca, Tlaxcala, Puebla y Cuernavaca;
*Ayudar a retener más población en el Distrito Federal, para evitar el crecimiento de municipios metropolitanos;
*Evitar el crecimiento extensivo e indiscriminado de la ciudad sobre áreas con importantes recursos naturales, de riego y de recarga acuífera, que subsisten dentro del valle, o bien, en zonas sujetas a condiciones de vulnerabilidad y riesgo; y
*Construir una estructura vial que haga accesibles las áreas de nuevo desarrollo, y que libere al área urbanizada de la zona metropolitana de los flujos interregionales y de los movimientos de largo recorrido, tanto de personas como de mercancías, que congestionan la vialidad urbana.

Recuadro 2

Desarrollo económico y social

El nuevo aeropuerto en Zapotlán-Tizayuca traerá de manera natural para la zona donde será ubicado, los siguientes beneficios:

*Planes de capacitación para que los habitantes de la zona se integren al desarrollo planeado, en condiciones de competitividad y eficiencia.
*Detonación de proyectos industriales, mediante un corredor industrial.
*Desarrollo de proyectos de alta tecnología, con contaminantes, cuyo medio de transporte natural sea el aéreo.
*La creación de un centro de acopio de mercancías procedentes de toda la zona central de la República.
*Ubicación de un centro de carga para el comercio exterior de las empresas de la región hacia destinos internacionales.

Recuadro 3

Alcances del proyecto inicial de Aeropuerto Internacional

*Albergaría una nueva ciudad con asentamientos de alrededor de un millón de personas en 25 años.
*Se estimaba erogar un presupuesto de 25 mil millones de dólares.
*Sería construido en 76 mil hectáreas, de las cuales 54 mil conservarían el hábitat natural y 22 serían desarrolladas.
*Se generarían alrededor de medio millón de empleos en los próximos 20 años.
*Además de la zona del Valle Tizayuca-Pachuca, nueve municipios del Estado de México serían beneficiados: *Apaxco, Temascaltepec, Temascalapa, San Martín de las Pirámides, Nextlalpan, Jaltenco, Tecámac, Teoloyucan, Nopaltepec y Zumpango.
*Se construiría un tren férreo que llegaría en 32 minutos partiendo de Buenavista.
*Se modernizarían y ampliarían la autopista y otras rutas alternas.

julio 12, 2004

PAN y PRD, tronados en Hidalgo

Sin candidatos para oponerse al PRI

PAN y PRD, tronados en Hidalgo

La comisionada Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas también expresó que el cacicazgo íntimamente ligado al PRI en la historia hidalguense, y la corrupción de él emanada, se convirtieron en un freno para enfrentar la pobreza

(2004-07-12)
http://www.lacritica.com.mx/index.php?option=content&task=view&id=289&Itemid=36

La carencia de líderes políticos con fuerte presencia en el estado de Hidalgo y las confrontaciones de sus principales personajes en el ámbito nacional, que impide el establecimiento de una alianza de tipo electoral, sugiere que los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática no sólo continuarán su descenso en la preferencia de los electores después de haber alcanzado su más alta votación en 2000, sino que dejarán el camino totalmente libre para que el PRI mantenga su hegemonía en una entidad donde las formas de gobierno iniciadas con el Partido Nacional Revolucionario en 1929, aún subsisten en su estado más puro.
A la falta de aspirantes con suficiente presencia en los medios de comunicación, que aseguraran un posicionamiento electoral más sencillo, y carisma para conseguir un inicio de campaña más equitativo, el Partido Acción Nacional miró hacia el gabinete del presidente Vicente Fox en busca de candidatos. Sin embargo, la ingeniera Xóchitl Gálvez y el general Rafael Macedo de la Concha decidieron que no estaba en sus planes inmediatos competir por la gubernatura del estado de Hidalgo.
De esta forma, entre el 21 de mayo y 14 de junio pasados se definió una parte importante de la suerte de la entidad, donde quedó para la historia la posibilidad de una alianza entre PAN y PRD, que sumara sus porcentajes de 2003 hasta alcanzar 39% de la probable votación, con la intención de incorporar también a otros partidos como Convergencia y PT.
Los porcentajes de votación de los tres principales partidos tuvieron escasas pero significativas modificaciones entre las elecciones federales de 2000 y 2003. Por ejemplo, el PRI aumentó su porcentaje de 46.21% a 46.25%; en cambio, el PAN descendió de 28.86% a 22.57%, mientras que el PRD bajó de 18.73% a 16.57%.
La alianza que impulsaría la candidatura de la comisionada Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas era la única probabilidad de poder competir en más o menos igualdad de circunstancias con el PRI, porque los otros dos candidatos que quedaban, en cambio, no conjuntan las simpatías de los líderes políticos.
Uno de ellos era el procurador General de la República, Rafael Macedo de la Concha, descartado para la coalición por los litigios que emprendió contra Andrés Manuel López Obrador, y el otro sería José Guadarrama Márquez, un ex priísta que se mantiene como una de la más fuertes opciones para ser el abanderado del sol azteca, pero en su contra tiene también a algunas de las corrientes como la denominada Lucha Cívica por el Rescate del PRD.
La otra parte de la historia electoral del 20 de febrero de 2005 se completará con la convención de delegados que realice el PRI, donde existe por lo menos una docena de aspirantes y sólo uno con grandes posibilidades de alzarse con la candidatura: Miguel Ángel Osorio, quien fuera secretario general de Gobierno del actual jefe del Ejecutivo estatal, Manuel Ángel Núñez Soto, aunque tampoco se puede descartar al senador Ernesto Gil Elorduy, ex diputado local y ex coordinador del Congreso del Estado en la primera etapa del actual gobierno.

Respeto a los indígenas

Xóchitl Gálvez prefirió dejar pasar la candidatura y hacerse a un lado porque, por su carácter, la política no se le da como a muchos otros. Es franca, sincera y por tanto, un personaje único dentro del mundo político.
Afirma que no le interesa quedar bien con la prensa, sino servir a su jefe con un trabajo bien hecho.Miguel Ángel Granados Chapa le dijo que tenía un compromiso histórico con su estado e, incluso, le ofreció su voto en caso de ir en representación de una coalición PAN-PRD, y la respuesta de ella, publicada por el columnista en el diario Reforma, fue: “Toda la vida cuestioné a los que han utilizado al pueblo como trampolín político. Seguramente miles de indígenas me reclamarían y tendrían razón” si dejaba el encargo que hoy tiene por una candidatura. De ese modo, “en mi balanza personal pesa más lo que falta por hacer por los pueblos indígenas que lo que podría hacer en Hidalgo”.
Así también, irreverente, ha explicado que rechazó a Vicente Fox una secretaría de Estado porque no conocía a fondo el manejo de la dependencia. De la misma forma despreció 2 millones de pesos que ya le había ofrecido un empresario para la campaña política. “A cambio de qué”, le respondió al aventurado.
Por ese motivo se atrevió a decir en la conferencia de prensa donde el 14 de junio dio a conocer su rechazo a la candidatura, que “hay hombres que sí han hecho un trabajo, y yo me atrevería a decir que con recursos públicos. Yo que estoy en el gobierno, no podría sostener una infraestructura electoral con dos o tres años de anticipación. Un sueldo en el gobierno es bueno pero es modesto para ese tipo de cosas. O sólo que tengas a alguien que te financie y que luego te pase las cuentas, y le tienes que pagar me supongo que contratos o con prebendas”.
La comisionada Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas también expresó que el cacicazgo íntimamente ligado al PRI en la historia hidalguense, y la corrupción de él emanada, se convirtieron en un freno para enfrentar la pobreza, que ubica a Hidalgo en los peores sitios en los índices de marginación, analfabetismo, desnutrición y mortalidad infantiles.
Advirtió entonces que “el PRI trae nombres que a mí me aterran, ligados al pasado. Y si formaliza alguno de los precandidatos, habrán gobernado papá, hijo y nieto en menos de 50 años. Sería un muy mal mensaje para los hidalguenses”.
Xóchitl Gálvez nació en Tepatepec, cabecera del municipio de Francisco I. Madero, en el centro del estado. No es panista, a pesar de colaborar en un gobierno de extracción blanquiazul, como tampoco el grueso de su formación humana y profesional se desarrollaron en Hidalgo. Sin embargo, así como no pertenece a partido o grupo alguno, sí tiene vínculos con su estado, como el madurado, entre otras formas, con la Fundación Porvenir que fundó y financió ella misma, gracias a sus ganancias en la empresa High Tech de su propiedad, que se ha especializado en la construcción de edificios inteligentes.
En 1994 y 1995 fue designada La Empresaria del Año, y el Foro Económico Mundial, de Davos, la incluyó entre los cien líderes globales del mundo futuro.

El general procurador

En los primeros días de junio, Rafael Macedo de la Concha explicó que difícilmente podría ser candidato a la gubernatura porque las circunstancias que se viven en la dependencia a su cargo (no explicó si las investigaciones en contra de Andrés Manuel López Obrador), le era complicado participar en una selección de aspirantes.
Pero el caso es que no fue recientemente cuando se ofreció la candidatura al general procurador. Las vinculaciones de personal adscrito a la Procuraduría General de la República en diversos escándalos de narcotráfico provocaron tal desgaste en la imagen de la institución, que propició el ofrecimiento a Macedo de la Concha, en dos ocasiones, de la postulación por el PAN a la gubernatura de Hidalgo, a la que llegaría por derecho de sangre.
Sin embargo, el general procurador no pretendía emigrar en aquellos momentos ni ahora porque continúa con sus aspiraciones, impulsadas desde el propio Ejército, de alcanzar la candidatura a la Presidencia de la República.
Todo 2002 se la pasó en campaña y todavía en algunos lapsos de 2003, sobre todo a finales, cuando operadores políticos cercanos a él así lo dejaban entrever. “El país necesita mano dura para darle gobernabilidad y meterlo al riel del crecimiento, con sucedió a Chile con Pinochet”, decían.
El resto de los presuntos candidatos del PAN a la gubernatura del estado son considerados entre la clase política local como ofertas de bajo calibre electoral en el caso de Benigno Aladro Fernández y el senador Antonio Hagenbeck Cámara, aunque la lista podría crecer en las siguientes semanas, de acuerdo con declaraciones del presidente del PAN estatal, Guillermo Galland Guerrero.

Sol apagado

Las cosas en el PRD no se encuentran mejor. De hecho el sol azteca se encuentra medio apagado en la entidad y a merced de los intereses políticos de un grupo encabezado por el ex senador José Guadarrama Márquez, ex priísta, ex contendiente de Manuel Ángel Núñez Soto, y hábil operador electoral que produjo derrotas al PRD y al PAN en fraudulentos procesos en Yucatán y Michoacán.Una eventual postulación del dirigente de la fracción conocida como Frente Democrático Hidalguense (FDH), quien también es apoyado por la Agrupación Hidalguense Juntos Ganamos, crearía una división en el interior del PRD, como lo afirman los integrantes de la corriente Lucha Cívica por el Rescate del PRD, quienes han afirmado que se requiere “un candidato interno y no externo”.
Francisco Patiño Cardona ha dicho que la difícil etapa por la que atraviesa el PRD, tanto en el ámbito nacional como local, sólo puede ser superada con unidad.Guadarrama creó el Frente Democrático Hidalguense (FDH) luego de su renuncia al PRI el 29 de septiembre de 2001, para luego conformar la alianza con el PRD en los comicios locales de 2002, a la que finalmente no se sumó el Partido del Trabajo.
En aquella oportunidad logró colocar a seis militantes del FDH como candidatos a diputados de mayoría, aun sin ser militantes del PRD, lo que provocó encono y protestas de perredistas, además de que fueron derrotados por el PRI.
La experiencia política de Guadarrama es tal que sus colaboradores más cercanos han llegado a opacar al dirigente estatal del PRD, Manuel Hernández Badillo, y ahora tienen el manejo de la operación política para llevar a su jefe a la candidatura, Luciano Cornejo y Nabor Rojas.
De tal forma que el otro precandidato del PRD, Miguel Ángel Peña, parece no tener muchas oportunidades frente a su adversario, sea la elección por medio de un sondeo de opinión o a padrón abierto, por más que impugnen la mapachería de la que hace gala Guadarrama, o que lo censuren por haber atentado contra líderes sociales vinculados al PRD.

¿Habrá caballo negro?

Con las 18 diputaciones locales de mayoría y las siete diputaciones federales en su poder, parece que al PRI el único problema que se le presenta de cara a febrero de 2005 es la elección de su candidato a la gubernatura, a la que le tira por lo menos una docena de aspirantes.
Dada la gran posibilidad de que el PRI gane sin problemas, tomando en cuenta las elecciones recientes, se desató una pugna entre diferentes aspirantes que en un momento dado podrían generar un conflicto donde se neutralizarían los principales contendientes, y podría aparecer un caballo negro.
Hasta el momento todos los reflectores apuntan a Miguel Ángel Osorio Chong, diputado federal, ex secretario de Gobierno de Manuel Ángel Núñez Soto y cercano a Elba Esther Gordillo, quien, aseguran en los altos círculos de la política local, tiene las preferencias del gobernador.
Pero enfrente tiene al presidente de la Fundación Hidalguense, Gerardo Sosa Castelán, quien controla la universidad local desde que fue un violento líder estudiantil, posteriormente fue rector y más adelante diputado federal. Hoy con la fundación realiza campaña abierta por todo el estado y dice que sacó al gobernador la promesa de que no daría línea para efectuar el proceso de selección.
Así que la lucha entre ambos es muy dura, porque Sosa dice tener la fuerza entre la base y quiere una consulta pública, mientras que Osorio siempre se mostró a favor de la convención de delegados, ya decidida, para elegir al candidato.
Con este estado de cosas, podría darse una situación de emergencia, en la cual entraría como principal aspirante el senador Ernesto Gil Elorduy, aunque se especula que pudiera tener en su contra una eventual negociación entre Osorio y Sosa, donde el segundo pusiera como condición para no ser candidato, que tampoco lo fueran ni Osorio ni Gil.
Pero si acaso ninguno de ellos fuera porque se impongan los llamados factores dominantes, tal vez el juego se incline del lado del secretario de Desarrollo Agropecuario, ex procurador estatal, ex diputado federal y ex jefe de Aduanas, Omar Fayad.
Sin embargo, en este baile de aspirantes tampoco estaría descartado el actual presidente del PRI en el estado, José Antonio Rojo García de Alba, a quien se refería Xóchitl Gálvez y que representaría la continuidad de la familia Rojo, que reina en la entidad desde los años treinta.
Otros que se perfilan para el caso de una situación de emergencia dentro del PRI son el ex diputado federal y actual secretario del Consejo Político Nacional, David Penchyna Grub, quien ha logrado hacerse de buenas relaciones políticas en el centro y es protegido de Roberto Madrazo, pero todavía joven para esos menesteres, dicen sus impugnadores.
Tampoco se puede olvidar al senador Esteban Ángeles Cerón, quien se encuentra calladito, ahí, tras bambalinas, a la espera de cómo se den las cosas. De hecho, durante el acto de selección del método de elección, dijo que éste “debe perseguir el objetivo de ganar la próxima elección”.
Y no menos interesado en cómo se desarrolle el proceso por la disputa entre Osorio Chong y Sosa Castelán, es el ex diputado federal y actual procurador estatal de justicia, Juan Manuel Sepúlveda Fayad.
Hay, incluso, quienes candidatean al alcalde de Pachuca, Alberto Meléndez Apodaca, o a la secretaria de Desarrollo Social, Alma Carolina Viggiano Austria.

julio 07, 2004

“Hay una tentación absolutista de decir la sociedad soy yo”

Entrevista con José Fernández Santillán

“Hay una tentación absolutista de decir la sociedad soy yo”

El autor de El despertar de la sociedad civil plantea que la marcha del 27/J no fue un ¡Ya basta! a la delincuencia, sino a una forma de hacer política que se volvió frívola por parte de una clase política interesada en la sucesión presidencial, lo que debe plantear un cambio en la lógica preelectoral, donde se deberá ver otro tipo de propuestas, alejadas del marketing político
(2004-07-05)
El conglomerado humano que se manifestó el 27 de junio por las principales calles del Distrito Federal, necesita liderazgos responsables que necesariamente van a rivalizar con los liderazgos políticos, en una fuerte lucha de poder que se avecina con aquellos políticos o empresarios con tentaciones absolutistas, que pretendan decir “la sociedad civil soy yo”, y quieran montar sus candidaturas presidenciales en las demandas civiles.
Ese despertar de la sociedad civil mexicana mostró, además, que los papeles de la política y la sociedad se encuentran en contradicción, porque la política, que debe ocuparse de los intereses generales, está infectada por intereses particulares; en cambio, el mundo de la pluralidad, de la fragmentación y de las particularidades que corresponde a la sociedad civil, ésta lo hizo a un lado para preocuparse de los intereses generales.
Así, pues, la megamarcha hizo la clara advertencia de que no va por ahí la forma de hacer política.
El anterior es un extracto de ideas de José Fernández Santillán, autor de El despertar de la sociedad civil (Océano, 2003), quien plantea que “la diferencia radical con otros tiempos está en que el mundo de las decisiones impuestas parece haber sido abolido gracias a un linaje de pensadores que, a lo largo de la historia, buscaron la aplicación de modelos racionales a la organización de los individuos entre sí, y a la relación de éstos con las instituciones que en un momento crearon: la ley, el Estado y el poder”.

Antes, sólo 68

–¿José, hay sociedad civil en México?
–Claro que la hay. Hay momentos relevantes en la historia reciente de México donde aparece la sociedad civil. En el ‘68 creo que es el gran surgimiento; la clase media urbana juvenil se le sale totalmente de control al sistema corporativo y es lo que ha venido sucediendo en México.
“Tenemos dos grandes formas de organización social. Una es el corporativismo: redes verticales de dominación desde el Estado para con la sociedad, y no dejan una vía autónoma de movilización y de organización por parte de los agremiados. La otra es el movimiento espontáneo, venido realmente de abajo y sin ningún control ni mediación con el Estado. Ahí podemos englobar el ‘68 o la respuesta a los terremotos del 85, en donde de nuevo hay una sociedad urbana, no organizada, que se vale de sus propios medios y maña para ayudarse en la desgracia.
“Y este último que ha sido impresionante. Puedo decir que fue muy espontánea la expresión e indignación contra la violencia, contra un gobierno deficiente, contra un gobierno corrupto también, contra un gobierno que ha entrado en una lógica de poder que no le interesa la lógica social”.
Para los analistas políticos y académicos, entonces, hay una necesidad de reflexión y de una interpretación acerca de esto que estaba en el subsuelo del país, que de repente salió a la superficie y que nadie lo previó, expresa el director del Centro de Investigaciones en Humanidades del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México.
–¿La sociedad civil empujó la alternancia, pero luego le dio un voto de confianza a los partidos políticos y gobernantes para aterrizarla, y hoy, ante el fracaso, vuelve a surgir?
–El problema en México es que los partidos políticos van por un lado y las organizaciones civiles por otro; no hay como en Estados Unidos, Europa o algunos países de América Latina o Europa del Este, vasos comunicantes entre los partidos y la sociedad civil. Y sí, el proceso de democratización es empujado por los ciudadanos y lo expresan en las urnas, sobre todo en el 2000, con más de 80% de participación. Pero hay un momento en donde se prenden los focos amarillos, que son las elecciones del año pasado, cuando los partidos políticos empiezan con una lógica de marketing político, con una lógica estratégica, con una lógica basada en las teorías de las opciones racionales y de los escenarios y todo esto que es la tecnocratización de la política, todo centrado en la imagen. La respuesta de los ciudadanos fue no ir a votar, fue de una participación muy baja.

¡Ya basta!

Fernández Santillán, profesor investigador por el Instituto Tecnológico Autónomo de México hasta 2002, afirma que los ánimos de la ciudadanía se terminaron de exacerbar al ver cómo varios personajes públicos se metían de lleno a una carrera voraz por el poder, traducido en la sucesión presidencial; ahora son muchos los que quieren ocupar el cargo: gobernadores, secretarios de Estado, líderes políticos, personajes de la vida publica, empresarios, y cada día estábamos viendo que alguien se lanzaba. La escena pública estaba ocupada nada más por esta demostración caricaturesca, a la vez que por el intento de medir a la política por medio del marketing, y viene el jalón de la sociedad civil para decir no es por ahí, y se tienen que poner a trabajar.
Entonces, sucedió que la sociedad civil ya rebasó a la clase política y ahora vemos discusiones lastimosas, grotescas, de los políticos queriéndose congratular o pedir perdón a la sociedad civil. Pero lo que se demostró es que los políticos son prescindibles, que no son indispensables y que pueden surgir liderazgos sociales, nuevos, frescos, sinceros, de la sociedad civil en ascenso.
Creo que el detonante fue el asesinato a mansalva de los hermanos Vicente y Sebastián Gutiérrez Moreno, porque lastimó sensiblemente al sector empresarial. Ahí viene el grito de ¡Hasta aquí, ya basta!.. Ya basta a una determinada forma de entender y de hacer la política en México, que se estaba poniendo totalmente frívola.
Fernández Santillán hace un parangón entre lo que sucedió en los países de Europa del Este antes de 1989 y el México actual, cuando la sociedad quiso hacer sentir su realidad a sus gobernantes. Allá, afirma, “nos quedamos pasmados porque un poder tan colosal como el de los estados totalitarios pudiera ser derrumbado sin derramamiento de sangre. Lo que sucedió fue como lo que dice Vaclav Havel, que tenían que echar mano del poder de los sin poder, porque no tenían ni dinero, ni armas, pero tenían la cosa más importante de este mundo que es la convicción, que es la fuerza moral para decir ‘basta, no queremos vivir ya en una mentira sino queremos vivir en la verdad’”.

Conejillos de Indias

Afirma Fernández Santillán que el intento de simplificación de la vida política mexicana rodó por los suelos, y que eso nos enseñó que las cosas son más complicadas y que tienen más vertientes. No se trata de ver a la política como un escenario militar en el que hay contrincantes en la carrera por el poder y que se tienen que mover estratégicamente. Es la versión neoinstitucionalista que tanto daño le ha hecho a la ciencia política mexicana y a los políticos mexicanos, y entonces ahí está el justo reclamo que ha hecho la sociedad civil. Lo que ha quedado claro es que la política no se puede hacer de espaldas a los ciudadanos como lo quisieron hacer todos los partidos políticos, incluyendo al PRD.
“Tomaron a los ciudadanos como conejillos de Indias de una manera ofensiva, como si pudieran recibir in put’s y out put’s. El in put es el publicitario y el out put es el ‘vas a votar porque yo así manipulé tu ánimo, tu inteligencia’; eso es aberrante, y sin embargo sucedió en el país”.
Ante esto, ahora las cosas se han complicado y para nadie hay un panorama claro de lo que pueda pasar, porque la violencia, la degradación, se precipitan hacia abajo en un plano inclinado, mientras el esfuerzo de renovación va difícilmente cuesta arriba.
De hecho, destaca Fernández Santillán, el filósofo Norberto Bobbio fue el único que previó que la democracia podría tener derivaciones negativas, e incluso manipulaciones, degeneraciones, y que era por la vía de la expansión de la democracia, no solamente del voto, sino de la democracia social, como se podrían fortalecer realmente las cosas en los países.
Al respecto, Fernández Santillán coincide con Antonio Gramsci en el sentido de que antes de tomar las armas hay que convencer a las conciencias, y de que hay ciclos históricos enmarcados por una cierta hegemonía cultural de una cierta clase dirigente, pero que cuando esa cierta clase dirigente viene a menos, se transforma en clase dominante y fuerte la hegemonía cultural.
“Entonces lo que viene es un nuevo esquema de interpretación de la realidad, nuevas corrientes del pensamiento y la conformación de un nuevo bloque histórico; es decir, de nuevas alianzas de líderes, de élites y de movimientos. Eso es lo que esta pasando precisamente en nuestro país, porque nos está gobernando o mal gobernando la misma élite que se enquistó en el poder desde la época de Miguel de la Madrid, que se consolidó con Carlos Salinas de Gortari; el gobierno de Vicente Fox no ha hecho ningún cambio relevante en la estructura de este poder”.

O se cambia o se pudre

Danilo Zolo, uno de los grandes politólogos italianos, ha dicho que cuando se enquista una clase que ya debe ser superada, lo que hace es imponer un cuello de botella evolutivo en la sociedad, entonces lo que viene ahora necesariamente es cómo romper ese cuello de botella y de hecho este primer impulso de la sociedad fue eso, no solamente fue el mensaje de exigencia de la seguridad, sino una demanda mucho más amplia en el sentido de romper las estructuras de poder que ya están caducando, que no logran cumplir su función de dirección política, y entonces lo que estamos viendo es también un proceso de la adopción de una nueva cultura, se está creando una nueva hegemonía cultural, a trompicones, con dificultades pero hacía allá estamos viendo, afirma el doctor Fernández Santillán.
Es decir, o se cambia o se pudre el país porque en este momento las cosas están de cabeza. “La política moderna fue diseñada para que se ocupara de los intereses generales y la sociedad civil, del mundo de la pluralidad, de la fragmentación y de las particularidades. Es el esquema clásico de Hegel. Pero lo que pasa en México es exactamente lo opuesto porque la política está copada e infectada por intereses particulares, mientras que la sociedad civil es la que está viendo por los intereses generales”.
Quizá podamos caminar por un tiempo así, y eso habla muy bien de nuestra sociedad civil, pero explica el investigador que no podemos instituir un nuevo sistema de relaciones sociales y políticas basados en ese antagonismo, sino que la política debe retomar el papel de foro en el que se realicen los intereses generales y la sociedad que se dedique precisamente a la cuestión de los intereses grupales de las organizaciones específicas, funcionalmente diferenciadas, a la crítica del Estado en acciones específicas.
“Lo que pasa –dice Fernández Santillán– es que no creo que esto lo tengan claro ni los dirigentes civiles, ni mucho menos los políticos por esta miopía, por esta enanez de pensamiento y de comportamiento.
–Pero, ¿qué puede o va a pasar ante este panorama?
–El problema es que también han surgido demagogos vivales y oportunista que han tratado de hacer suya y de monopolizar la voz y el interés de la sociedad civil. Hay que tener mucho cuidado con este tipo de expresiones, hay que ser muy inteligentes y muy hábiles para distinguir lo que conviene a la sociedad civil, lo que atenta contra la sociedad civil y lo que se le quiere imponer a la sociedad civil. Hay una tentación absolutista. Si Luis XIV dijo “El Estado soy yo”, hay algunos vivales que quieren ahora decir “La sociedad soy yo, yo soy su vocero, yo soy el que sabe cómo hacerlo, yo soy el que conoce mejor a la sociedad civil, yo soy el que entiende perfectamente las cuestiones”. Pero no debemos creer a nadie que nos venga con esos cuentos, y menos aún montar sus candidaturas presidenciales en la demanda civil.

-o0o-

El despertar de la sociedad civil, una perspectiva histórica

El comunismo se venía abajo gracias a la movilización de esas masas sociales animadas por un genuino espíritu de rehabilitación de los derechos individuales y políticos conculcados

Por José Fernández Santillán (*)

Introducción

En las multitudinarias manifestaciones que se llevaron a cabo en la ciudad de Berlín en contra del régimen comunista durante 1989 (annus mirabilis) aparecieron, como era obvio, un sinfín de carteles, mantas y pancartas con las más variadas consignas. Una de esas pancartas, que fue vista el 4 de noviembre, resaltaba por su originalidad: resumía con números, no con palabras, el espíritu de la rebelión contra el totalitarismo, “1789-1989”, para significar la vinculación entre los principios inmortales enarbolados durante la Revolución Francesa y la reivindicación de esos mismos ideales en las revoluciones de Europa del Este, precisamente el año en el que se conmemoró el bicentenario del levantamiento en París. (1) Poco más de 200 años separan la toma de la Bastilla (14 de julio de 1789) y la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989). A pesar del tiempo transcurrido, los principios inmortales se volvieron más vigentes que nunca.
El comunismo fue el intento de borrar el legado de lo que despectivamente se llamó “Revolución burguesa”, sin reparar en su valor universal. Ahora, con las “duras réplicas de la historia”, el comunismo se venía abajo gracias a la movilización de esas masas sociales animadas por un genuino espíritu de rehabilitación de los derechos individuales y políticos conculcados.
Una nueva cercanía moral había nacido de la distancia cronológica; una proximidad derivada de la “recuperación” (Nachholende, para usar el término acuñado por Jürgen Habermas) del proyecto enarbolado por los sans-culottes y sus dirigentes, en quienes encarnaron las tesis filosóficas del liberalismo y la democracia. Doctrinas que maduraron a lo largo de varios siglos de labor intelectual para definir a la filosofía política moderna, de Maquiavelo en adelante.
Paradojas del destino: el comunismo propuso, como alternativa a la democracia liberal, la “dictadura del proletariado”. Esa dictadura sería, supuestamente, la solución a la opresión del hombre sobre el hombre. Sin embargo, al convertirse en régimen político el gobierno de la clase obrera, expropiado por la burocracia soviética, se transformó en la peor de las antiutopías. El caso es que aquella democracia liberal que tanto se despreció fue retomada por las multitudes, hartas de los abusos de los aparatos de seguridad estalinistas, para reimplantar el Estado de derecho.
Es convención aceptada que el factor decisivo del movimiento democrático en los países del Este europeo fue la “sociedad civil”, referida así, textualmente, según el vocablo anglosajón Civil Society. Esto es, el levantamiento popular se produjo después de un largo trabajo clandestino; en él se usaron los recursos que pudo dar la imaginación para construir redes entre los individuos, las familias, los amigos y las organizaciones no vinculadas con el régimen. Ésa fue la manera de crear espacios en los que se pudiera ejercer la crítica, al margen del férreo dominio establecido por el gobierno autoritario. Gobierno que no permitió la formación de asociaciones civiles alternativas a las oficiales, ni de partidos políticos que no fueran el propio partido comunista.

Afloró el descontento

La estructura monolítica, con sus controles policiacos, fue cediendo poco a poco hasta que pudo aflorar “a plena luz del día” el descontento. El espíritu clandestino, al crecer y madurar, se convirtió en espíritu público de repudio a la dictadura. Se rompió el silencio y vino el bullicio en las calles. Ya no pudo callarse lo que tanto tiempo estuvo escondido. Jürgen Habermas afirma al respecto: “La coyuntura del concepto ‘sociedad civil’ se debe a la crítica, practicada especialmente por los disidentes de las sociedades del socialismo estatal, contra la aniquilación totalitaria de la opinión pública”. (2)
Así pues, el auge del tema “sociedad civil” es producto de esas luchas masivas registradas a fines de la década de 1980 –pero con claros antecedentes desde el decenio de 1970– contra los regímenes comunistas, en íntima relación con la demanda democratizadora y la apertura de espacios donde se pudiera ejercer libremente la discusión y la crítica. Hombres y mujeres querían deshacerse, lo antes posible, de la asfixiante vigilancia y censura que pesaba sobre cada acto de sus vidas. La resistencia civil aumentó conforme la gente se dio cuenta de que el Estado había caído completamente en manos de una oligarquía, y de la convicción de que la sociedad todavía poseía la capacidad para autoorganizarse. Bronislaw Geremek, asesor de Lech Walesa y líder de la bancada de Solidarnosc en el parlamento elegido en 1989, opina: “La principal forma de resistencia fue el fenómeno de la disidencia, que usualmente adoptó el aislamiento, la marginalidad y la autoconciencia sin esperanza. No obstante, por cuanto haya parecido quijotesco, este ‘disidentismo’ constituyó una forma de compromiso político que desafió al sistema comunista. Los disidentes se comprometieron con su peculiar tipo de resistencia mental, que típicamente comenzó con el rechazo a participar en la falsedad, creció con el deseo de expresar vivamente sus propios puntos de vista y lo que marcaba la propia conciencia y, finalmente, se encaminó hacia la acción política.” (3) La organización de la sociedad civil fue una reacción de supervivencia. Como medio de acción colectiva, la sociedad civil tuvo su periodo de gestación en el lapso de varias décadas en el vientre de esas naciones, hasta que pudo alcanzar el nivel de “la acción política”.
Como concepto, la sociedad civil hizo un viaje de “ida y vuelta” porque su origen, indudablemente, está en Europa occidental, pero al ser asumida en los países del Este adquirió nuevos bríos e incluso connotaciones más ricas; luego fue reimportado a su lugar de nacimiento y difundido en muchas partes del mundo.
Los antecedentes históricos del vocablo “sociedad civil” vienen de los cambios que dieron por resultado el fenómeno de la modernidad como tiempo nuevo (Neuzeit) que rompe con el pasado; tiempo que se sabe distinto. Una de las características sobresalientes de la modernidad es su capacidad de reflexionar sobre sí misma. Como dice Keith Tester: “La reflexividad puede ser tomada como el primer rasgo de la modernidad, y la primera aparición de esta característica se encuentra en Kant. La reflexividad está también implícita en las iniciales afirmaciones de la sociedad civil”. (4)
La modernidad se formó a raíz de una serie de revoluciones: en el campo cultural, el Renacimiento; en el terreno religioso, la Reforma protestante; en materia geográfica, el encuentro con el Nuevo Mundo; en la esfera filosófica, la Ilustración (Aufklarung); en los dominios del conocimiento, la Revolución científica. A esto debemos agregar la Independencia estadounidense y la Revolución francesa, así como la Revolución industrial. El resultado fue la superación del mundo feudal, cuyos puntos de apoyo fueron el encadenamiento de los individuos en adscripciones corporativas, el fanatismo, la superstición y las economías cerradas.
La modernidad también trajo consigo la distinción de esferas: la esfera económica, cuyo medio específico es el dinero; la esfera cultural, sustentada en el saber, y la esfera política, caracterizada por el uso de la fuerza. La constante a lo largo del medievo había sido la permanente confusión entre estas esferas, de forma que, bajo el sistema patrimonial, el poder político se confundía con el poder económico; apoyada en el clericalismo, la autoridad espiritual tenía injerencia en los asuntos de Estado y en la vida económica. La modernidad rompe con esa confusión cuando las esferas cultural y política se separaron y, a su vez, ambas dejaron de inmiscuirse en las cuestiones económicas. Dicho de otro modo: el doble proceso de formación de la modernidad puede describirse, por una parte, como la emancipación del poder político frente al poder religioso y, por otra parte, la liberación del poder económico frente al poder del Estado y frente al poder de la Iglesia. Esta distinción –mas no aislamiento– y, al mismo tiempo, autolimitación de esferas, es uno de los puntos más relevantes de la modernidad. De hecho, la sociedad civil va madurando conforme los ámbitos de acción adquieren autonomía.

Cultura ilustrada

Catalogamos al totalitarismo como la concentración de las tres esferas en un único centro de poder, de manera que hubiese una sola economía, la economía pública; una sola ideología, el marxismo degradado a doctrina oficial, y un solo partido político, el partido comunista. Lo paradójico del asunto es que Marx presentó al comunismo como un avance de la civilización, mientras que, en los hechos, ese sistema se mostró como un verdadero y propio retroceso si lo juzgamos desde la perspectiva de esta diferenciación de esferas. Por eso, la revolución en los países del Este europeo se proyectó como una recuperación de la distinción de esferas, teniendo como eje a una sociedad civil nutrida por la cultura ilustrada. Ese intento también tuvo que ver con la creación del Estado constitucional.
Otra forma de “pensamiento único” ha sido el neoliberalismo, con su fe ciega en las pretendidas bondades del mercado. Los portadores de esa doctrina intentan someter los distintos ámbitos de actividad humana a la ley de la oferta y la demanda; con permiso para invadir y subordinar a sus fines de lucro los espacios sociales y políticos. El resultado ha sido una “política débil”, un Estado (mínimo) mutilado y una sociedad dislocada por el agravamiento de las desigualdades.
Así como el medio específico de la economía es el dinero y el de la política es la fuerza, el de la sociedad civil es el saber. Hay una estrecha relación entre el mundo de la cultura y el mundo civil; tanto así que, por ejemplo, la rebelión social en Europa oriental fue, primordialmente, una contienda ideológica. A su vez, la lucha social contra el neoliberalismo ha sido un esfuerzo para restablecer el equilibrio entre la política, la sociedad y el mercado, considerando la indispensable autolimitación de esos ámbitos. Por eso el proyecto de la sociedad civil no es invadir los espacios del poder público y de la economía, sino reconocerle a cada uno su propio valor y establecer con ellos mecanismos de mediación. Para llevar a la práctica este proyecto ni el estatismo ni el manchesterismo son la solución. Más bien, habría que encontrar la respuesta en una alternativa que superara a ambos. Tal es el propósito manifiesto de la “Tercera vía”.
La relación entre democracia y sociedad civil se ha vuelto tan estrecha que ahora, cuando se recurre a la “sociedad civil”, se le hace coincidir con una serie de aspiraciones entre las que destacan: una institucionalidad política democrática, un nuevo modelo de desarrollo económico y la práctica de la tolerancia para permitir el avance de una cultura abierta a la pluralidad.
Se ha definido a la democracia como el gobierno de la opinión pública. Por eso, aquella relación que ya Rousseau había establecido, entre la deliberación y la formación de la voluntad general, debe retomarse para que la discusión sustituya al silencio; y la formación de la voluntad política mediante la participación tome el lugar de la imposición de la voluntad privada del gobernante.
El estudio de la sociedad civil se engarza con el análisis de la opinión pública. Las trayectorias de ambos conceptos corren paralelamente. Con la presencia de espacios civiles diferentes de las instancias políticas se abre la posibilidad de emprender discusiones públicas sobre distintos aspectos de la vida en sociedad. Al hacerse posible la libre expresión de las ideas, se da pie a que se pueda formular una serie de planteamientos sociales ante las instituciones estatales. La práctica discursiva cumple una labor educativa para los individuos y de crítica frente al poder.
Con el renacimiento de la sociedad civil se está haciendo común el uso de la terminología acuñada por Habermas. Uno de los términos habermasianos más empleados es el de “esfera pública” (Öffentlichkeit), que no debe confundirse con el ámbito estatal. Más bien, la esfera pública es el espacio civil desde el que los individuos pueden comunicarse entre sí, intercambiar puntos de vista para configurar, entre todos, una opinión conjuntamente diseñada. En otras palabras: la esfera pública es el lugar en el que se forma comunicativamente la opinión pública. En sentido democrático, la opinión se configura a través de la discusión. Por ello, la esfera pública y su producto, la opinión pública, tienen una matriz civil y sirven, ambas, como contrapeso al poder de Estado. El contrapeso no debe ejercerse, privativamente, en el rubro de la discusión; el equilibrio también debe sentar presencia mediante el desocultamiento de lo que antes permanecía en secreto. Éste es el sentido con el que debe verse la publicidad democrática frente a la secrecía autoritaria. Por ello, entre las garantías individuales, la libertad de expresión y la libertad de reunión tienen un significado especial para la esfera pública.

Uso de la razón

En este rubro es conveniente destacar la conexión entre el concepto habermasiano “esfera pública” y la tesis kantiana según la cual para hacer avanzar a la sociedad se debe hacer uso público de la razón. Ésa es la esencia del asunto: recuperar la fuerza de la razón crítica, desde la esfera civil, como uno de los elementos sustanciales de la transformación democrática. Eso supone, a la vez, la disposición y sensibilidad de las autoridades políticas para aceptar la influencia de la opinión pública, entre otros motivos porque ella es fuente de legitimidad. En tal virtud, la esfera pública y la opinión que de ella emana tienen la misión de desentrañar lo que permanece en la oscuridad. Fue Kant quien, con el postulado del derecho público, dejó expresada la idea de que las acciones que no son puestas en conocimiento del público, es decir, aquellas acciones que se sustraen al principio de la publicidad, son injustas.
Tenemos, pues, que la “sociedad civil”, con sus atributos dialógicos y publicitarios (no en el sentido comercial, sino en el social y político), apareció como voz de batalla contra el comunismo. Sin embargo, en el fragor de las luchas populares y por la misma inmediatez de los acontecimientos, no se pudo calibrar las dimensiones laberínticas y la densidad histórica que el concepto encerraba.
Así, el que ahora se use con frecuencia no quiere decir que sus contornos estén claramente definidos. Por el contrario, es reconocible una especie de anarquía lingüística en su utilización. Ernest Gellner ha dicho, por ejemplo, que “la historia de este concepto es un enredo”. (5) En el mismo tenor, Benjamin Barber afirma: “Mientras más ha sido utilizado el término sociedad civil en los últimos años, se ha entendido cada vez menos”. (6) Por supuesto, Gellner y Barber no están solos; junto con ellos se encuentra la inmensa mayoría de los teóricos que han abordado el tema en los años recientes. Por eso conviene comprender el alcance y contenido de dicho término mediante un estudio particularizado de su génesis y desarrollo. En este propósito de aclaración y precisión, sostenemos que la sociedad civil y la democracia no siempre fueron aliadas. En realidad la sociedad civil, a lo largo de su dilatada historia, fue enlazada con diferentes formas de gobierno. Son varios los autores que la relacionan con regímenes distintos de la democracia. Incluso, entre quienes la han identificado con la democracia hay diferentes posturas.
En la obra más importante y completa que se ha escrito hasta ahora sobre el tema, Sociedad civil y teoría política (1994), sus autores, Jean L. Cohen y Andrew Arato, indican que el mejor camino para entender a la sociedad civil es recurrir al estudio de su historia particular:
Esa historia debe, primero que nada, profundizar y ampliar la estructura categorial relevante que se usa hoy en día. Segundo, nos debe permitir distinguir los estratos modernos y premodernos en el concepto, indicando las versiones que son dudosas e inadecuadas hoy en día. Por último, una historia conceptual puede ayudar a enraizar los usos de un concepto de sociedad civil en una cultura política cuyo poder de motivación es más actual que nunca: la cultura política de la época de las revoluciones democráticas. Correspondientemente, la resurrección del concepto sociedad civil hoy en día ayuda a validar esta específica cultura política. (7)
Ésta es una ruta posible para llenar el gran hueco que existe en el desarrollo de una teoría contemporánea de la sociedad civil.
En términos modernos, el concepto sociedad civil comienza en el siglo XVIII. Pero no nació de una manera independiente, ya autonomizada, frente a otros ámbitos de la actividad humana. A veces la sociedad civil fue confundida con la esfera política; en otras ocasiones la sociedad civil fue identificada con la esfera económica. Por ejemplo, para el iusnaturalismo inaugurado por Hobbes, la sociedad civil y la sociedad política son sinónimos. Para el filósofo de Malmesbury la sociedad civilizada y el Estado eran una y la misma cosa. Sobre esa huella, John Locke tituló al capítulo VII del Segundo ensayo sobre el gobierno civil (1690), “De la sociedad política y civil”, mostrando la confluencia entre ambos términos. Fue Rousseau quien comenzó a diferenciar el devenir histórico de la civilización frente al proceso gracias al cual se constituyen las instituciones públicas.
Si los iusnaturalistas identificaron al mundo político en el mundo civil, el marxismo cayó en lo opuesto al hacer coincidir la esfera económica con la civil. Es cierto, cuando Marx afirmó, en el prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política (1859), que “la anatomía de la sociedad hay que encontrarla en la economía política”, con ello quería decir que, al hablar de la sociedad civil, se referiría a la base material, económica, sobre la que se erige la superestructura jurídica y política, y a la que le corresponden formas determinadas de conciencia. De las tres dimensiones, a la que le otorgaba mayor peso era a la económica. Pero, hablando en sentido estricto, remitir a la sociedad civil a la actividad económica fue una licencia que el propio Marx se permitió, porque él mismo se reconoció como un lector asiduo de Hegel, quien en el “Espíritu objetivo”, parte dedicada a la sociedad civil de su libro Filosofía del derecho (1821), ubicado en el sistema de las necesidades toca temas más amplios que el de la economía.

Más importantes que el Estado

El avance de la teoría social y política trajo como resultado que la sociedad civil se fuera autonomizando frente a la sociedad política y frente a la sociedad económica. Por cierto, a partir del siglo XVIII se fue arraigando la convicción de que las personas eran más importantes que el Estado, y que éste se constituye para beneficio de los individuos y no para satisfacer los intereses de grupo. Al fundamentarse en un contrato originario, la autoridad está sometida a límites precisos marcados por la ley natural y la ley positiva. Se considera, entonces, que la sociedad está constituida por individuos libres e iguales (uti singuli) que alcanzan la calidad de ciudadanos. Con esta justificación –que quedó plasmada en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789– se logra obtener un arma formidable para combatir el despotismo.
La “sociedad civil” toca, y al mismo tiempo abarca, la mayoría de los temas de la tradición política occidental con el añadido, nada despreciable, de que ahora se ha visto enriquecida y ampliada por los fenómenos en curso y la reflexión teórica a la que ha dado lugar. De hecho su árbol genealógico se extiende a épocas más antiguas que la modernidad. Aunque con contenidos distintos, la sociedad civil ahonda sus raíces en los orígenes de la filosofía política, esto es, en las culturas griega y latina; también fue usada durante el medievo. Por ello mismo, uno de los cometidos de este libro –desarrollado sobre todo en la primera parte– es presentar una visión panorámica de los rasgos sobresalientes de la filosofía política en tres periodos fundamentales, es decir, la antigua, la medieval y la moderna. Procedemos mediante el análisis de algunos autores que nos han parecido especialmente representativos de cada época.
En el desarrollo de los tópicos aquí contenidos, resalto la diferencia entre la individualidad alcanzada en la sociedad civil y los atributos comunales o comunitarios que pertenecen a otras formas de organización social. Esta distinción se logró paulatinamente a lo largo de varios siglos de evolución civilizatoria. Entre los procesos que hicieron posible este paso se encuentra la ya referida distinción de las esferas económica, política e ideológico-cultural; la separación entre la esfera pública y la privada, así como la formación de la mencionada esfera pública en sentido habermasiano. Como dominio del autodesarrollo autónomo, la autorregulación de los individuos y de los grupos.
Uno de los puntos clave para distinguir la filosofía política antigua y medieval frente a la filosofía política moderna, es que las dos primeras son fundamentalmente organicistas; hacen hincapié en el grupo, en la comunidad y, por este motivo, a ésta se le presta más atención que al individuo; o, mejor dicho, según la filosofía política antigua y medieval el individuo se debe a la comunidad y en ella se encuentra totalmente explicado. En contraste, la filosofía política moderna tiende a ser individualista: revierte por completo las concepciones precedentes para resaltar la figura individual, no para aislarla y ponerla fuera de la sociedad –como han querido hacer ver sus detractores–, sino para subrayar la importancia que el individuo adquiere en la sociedad. Esta distinción es uno de los puntos que hemos destacado con más énfasis a lo largo de nuestro estudio, sea por la exigencia de claridad conceptual, sea porque hoy hay una nueva oleada de corrientes que intentan “restaurar” el comunitarismo.
Hablando de este intento restaurativo, no podemos dejar a un lado la lúcida advertencia lanzada por Vaclav Havel, quien apunta que podemos estar viviendo una etapa similar a la que siguió a la caída del Imperio romano –en nuestro caso sería el derrumbe del Imperio soviético–, que no dio paso a un periodo de esplendor sino de barbarie y oscurantismo. Si esos signos decadentes llegaran a prevalecer, lo harían en nombre del particularismo etnicista. Sería el regreso del tribalismo con sus consecuentes supersticiones y mitos.
Lo curioso es que esta tendencia particularista está recibiendo el apoyo de algunos círculos de la izquierda. El etnicismo, que nunca había sido su fuerte, ahora se ha convertido en la nueva bandera. En efecto, a raíz de la caída del socialismo autoritario, cuya figura central fue el proletariado, ciertas corrientes de la izquierda vinculadas con el socialismo no han hecho una reflexión autocrítica para saber en qué fallaron. Esto seguramente los hubiera llevado a mirar de otra manera la tradición liberal y democrática y a otorgarle valor a la figura del individuo. En una simplificación errónea, se dedujo que todo el individualismo es de derecha y todo el colectivismo es de izquierda. Sin embargo, la verdad es muy distinta porque puede haber tendencias individualistas de izquierda, como el anarquismo, y tendencias colectivistas de derecha, como el nazismo. No hay una concordancia, pues, entre organicismo y progresismo, así como no la hay entre el individualismo y las tendencias conservadoras.

Posiciones dogmáticas

Aquí vemos la clara diferencia entre dos vertientes de la izquierda. Una se enlaza con la tradición iluminista que incluye la reivindicación de las libertades individuales, la igualdad política y la justicia social que, al unísono, forman un núcleo indivisible junto con los valores de la modernidad. Otra vertiente de la izquierda, en cambio, rechaza abiertamente los valores de la modernidad incluyendo al individualismo para identificarse, más bien, con el organicismo y las posiciones dogmáticas. Esta distinción puede concretarse en la diferencia entre la socialdemocracia y el comunismo, entre las reformas y la revolución.
El caso es que las corrientes izquierdistas de cepa antiilustrada optaron, después de la caída del socialismo autoritario, por una salida fácil: cambiar al proletariado por otro sujeto colectivo, el grupo étnico. Esta operación de traslado se realizó siguiendo el esquema rígido y engañoso de relacionar cualquier cosa que suene a sujetos colectivos con la identidad genérica de la izquierda. Hay una gran diferencia entre el organicismo proletario y el organicismo étnico. Uno y otro son de una naturaleza distinta: el proletariado es un sujeto colectivo generado por las relaciones económicas; el grupo étnico, en cambio, es un sujeto colectivo sustentado en la identidad cultural. Así como el marxismo quiso tomar como factor determinante la economía y a ella subordinar las otras esferas, así el comunitarismo quiere tomar como elemento central la cultura, supeditando a ella las otras esferas. La cuestión es que estas operaciones son sumamente peligrosas: se olvidan las atroces consecuencias de la confusión entre política y etnicismo en la que incurrieron, conscientemente, el fascismo y el nazismo. Ahora nos encontramos con que esa izquierda abandonó sus reivindicaciones económicas para transportarse al campo de las demandas étnicas. Quedó en el olvido el socialismo y ahora se lucha por los derechos culturales y la autonomía. El socialismo ha sido abandonado en nombre del más puro y duro oscurantismo.
Hablando del socialismo –aun con sus fracasos teóricos y prácticos– en relación con la sociedad civil, no podemos olvidar que el marxismo contrapuso radicalmente la sociedad civil al Estado. Es más, la reivindicación revolucionaria llamó a subvertir el orden establecido para conquistar la sociedad sin clases, que quería decir al mismo tiempo la sociedad civil sin Estado. El resultado, sin embargo –como hemos destacado– está a la vista: el fortalecimiento y la ampliación del Estado fueron llevados al extremo de que el poder público invadió por completo la vida económica y social: “El modelo jacobino de una poderosa centralización del Estado influyó de manera notable tanto a los partidos socialistas durante el siglo XIX como a los movimientos comunistas que cobraron vida durante el siglo XX”. (8) El totalitarismo quiso resolver el conflicto entre el Estado y la sociedad civil mediante la sujeción completa de la segunda al primero. El Estado totalitario no sólo llevó a cabo la centralización extrema del Estado, sino que le quitó a los ciudadanos sus derechos y doblegó corporativamente las estructuras autónomas que normalmente han dado forma a la vida social. La línea que siguió el comunismo no fue la extinción del Estado, sino el sofocamiento de la sociedad civil. El ideal y la realidad en plena contradicción.

Libertades individuales

Incluso tomando en consideración estos no muy gratos antecedentes, es preciso plantearse la pregunta de si el socialismo ha muerto, como lo pregonan los “adoradores del mercado”. Ciertamente, es dudoso que un socialismo de corte estalinista vuelva a la vida, pero un socialismo de confección socialdemócrata está en plena actuación. Es un socialismo que, en el intento de rehacerse, se ha acercado a las tesis del socialismo liberal propuesto en sus orígenes por autores como Leonard Hobhouse y Cario Rosselli y recuperado, a mi parecer, en la obra de John Rawls. El núcleo del asunto está en combinar las libertades individuales con la justicia social.
Lo que me interesa poner de relieve es que, en cualquiera de sus versiones, el socialismo tiene que ver con la búsqueda de la igualdad. Así y todo, la “izquierda extraviada” ha renunciado a ese principio para subrayar las diferencias. Pero las diferencias, como mostraremos en la exposición, siempre fueron defendidas por las posiciones conservadoras. Cabe, por tanto, preguntar: cuando se abandona la lucha por la igualdad y se asume la lucha por las diferencias, ¿todavía se puede decir que uno es de izquierda? Y si no es así, entonces ¿cómo explicar el viraje? Tal vez en el odio profesado contra la democracia liberal han quedado grabadas la animadversión contra el Estado, al que se quiere desmembrar en una miríada de comunidades étnicas, y contra los derechos individuales, que ahora se quieren sustituir por derechos colectivos. Aunque esa antipatía lleve al cambio de piel y de “identidad” política. Este hecho recuerda la obra de William Golding, El señor de las moscas (1954), en la que se muestra lo peligroso que puede ser “el llamado de la jungla” y la pérdida de los referentes individuales y sociales básicos hasta terminar siendo presa de los odios tribales. La trama comienza como un juego infantil y termina en una tragedia.
En consonancia con este “llamado de la jungla” han resurgido los nacionalismos agresivos, las guerras interétnicas y la xenofobia. Estos fenómenos caminan de la mano, a mi parecer, con el surgimiento de las doctrinas comunitarias y multiculturalistas. El blanco polémico es el Estado nacional y el sistema constitucional cimentado en la dignidad individual y ciudadana. Objeto de ataque también es la política de la conciliación y la sociedad civil, tal como se entiende en su sentido moderno. Frente a este nuevo embate no queda más que mantener firme la distinción que hiciera, lúcidamente, Fernidand Tönnies entre la comunidad y la sociedad. Esta idea ha sido recogida por Tester en los siguientes términos: “Imaginar a la sociedad civil fue separar, desde un principio, lo interno de lo extemo, lo independiente de lo dependiente, la autorrealización frente a la adscripción, lo ‘mismo’ frente a lo ‘otro’, lo homogéneo frente a lo heterogéneo, lo activo frente a lo pasivo.” (9)
La idea de asumir como materia de estudio a la sociedad se fundamenta en la conveniencia de contar con instrumentos de análisis adecuados para comprender la vida social y política contemporánea, no idear la enésima versión de Un mundo feliz, de las que está lleno el camino a la barbarie. De lo que se trata ahora no es buscar la identidad antropológico-cultural perdida para rehacer la “Arcadia”. (Cuando se echa a andar un mecanismo regresivo, ¿hasta dónde se puede detener?, ¿acaso hasta “terminar caminando de nuevo en cuatro patas”, como decía irónicamente Voltaire?). El reto, por el contrario, es dar pie a una iniciativa política e ideológica acorde con el espíritu del mundo poscomunista. Esa propuesta ubica a la sociedad civil como el eje para construir una vida social digna de tal nombre, en donde se reivindique la dimensión humana por vía de las asociaciones libremente establecidas, como instancias no controladas ni por el Estado ni por el mercado. El propósito es retirar de la lógica del poder y del dinero, y por supuesto también de la lógica comunitaria, aquella parte abierta a la innovación libre de las ataduras gremiales.
La consolidación de la democracia y de una sociedad civil robusta, por supuesto, no va a ser obra de un día. En sentido estricto, la democracia se construye con paciencia en una labor comprometida con la formación y funcionamiento de las instituciones republicanas; la competencia pacífica entre partidos políticos; la existencia de medios de comunicación independientes; elecciones y cambios de gobierno, y el florecimiento de una cultura política democrática. Concomitantemente, la sociedad civil se fortalece en una labor que implica la formación o consolidación de agrupaciones estables; haciendo pasar a los movimientos sociales, con toda su frescura y espontaneidad, a una etapa de institucionalización de sus cometidos. De otra forma lo efímero será el límite de las inquietudes y las demandas. De igual manera la sociedad civil implica la pluralidad y la tolerancia, pero no la pluralidad nacida de la parcelación y el aislamiento, como en la época feudal, sino la pluralidad que interactúa y transforma el tejido social; tampoco la tolerancia como pasiva aceptación de personas y puntos de vista que no se comprenden, sino la tolerancia como posibilidad de interacción y de modificación de las propias opiniones.
Un factor de primera importancia para la democracia y la sociedad civil es la ciudadanía. Simple y sencillamente, si no hay ciudadanía no hay democracia, y tampoco sociedad civil. Es importante aclarar, sin embargo, que la relación entre los conceptos “ciudadanía” y “sociedad civil” supone un vínculo complejo. Una y otra no deben confundirse porque no son conceptos correspondientes. De suyo la ciudadanía está más relacionada con el ámbito político: el principal derecho ciudadano es el de participar en la definición de las decisiones colectivas por medio del voto. Sociedad civil, en cambio, implica una perspectiva plural desde la cual las personas despliegan su actividad fuera de los cánones políticos, en la infinita variedad de organizaciones que componen a la sociedad civil. Se actúa en la sociedad civil sin tener que mostrar la credencial de elector; en ella los individuos pueden participar, indistintamente y al mismo tiempo, como miembros de una asociación de beneficencia, de un grupo cultural, de un club deportivo, de un culto religioso, de una asociación ecologista, y así por el estilo. Además, una de las posibles alternativas es no participar en ninguna de estas agrupaciones sin sufrir represalias. Sociedad civil quiere decir pluralidad asociativa, con el consecuente derecho de entrada y salida. Hoy una ciudadanía sin sociedad civil es impensable; de igual manera, una sociedad civil que no estuviera coronada por los derechos políticos de sus miembros sería una sociedad civil endeble.

Unidad y pluralidad

La democracia no consiste en la búsqueda del bien común por encima del derecho. La democracia es, eso sí, un conjunto de normas que regulan el juego de intereses en competencia. La democracia no se basa en emociones “totémicas”, sino en la racionalidad de las instituciones y del sujeto pensante. Por ello, la sociedad civil no actúa en oposición al Estado democrático, sino que coopera con él teniendo como punto de partida la capacidad de decisión de los individuos en el ámbito político. Esto implica la formación de consensos políticos pero también, en el terreno social, esto conlleva la pluralidad. El mundo moderno se nutre de ese flujo constante entre la unidad y la pluralidad, entre la universalidad y las particularidades. Buscar la solución en la universalidad del Estado es caer en la visión antigua; encontrar el remedio en las particularidades es sucumbir ante el sortilegio de un nuevo feudalismo. La sociedad civil se aleja de ambas: no tiene que ser absorbida y abolida por el Estado, ni tampoco pulverizarse por medio de una miríada de mini-polis encerradas en sí mismas.
Por lo mismo juzgué conveniente plantear en mi análisis el problema del Estado como institución, cuya primera función es la de garantizar el orden público. El lector tendrá la ocasión de conocer, al respecto, los diversos argumentos esgrimidos por los escritores clásicos de la antigüedad y la modernidad a favor del órgano supremo encargado de velar por la concordia. De una u otra forma, en la mayoría de los autores es clara la intención de que los individuos se comprometan en la labor política. Ésa es la única forma inventada hasta hoy de evitar el hobbesiano “estado de naturaleza”. Veremos, también, cómo esa invitación a actuar de común acuerdo por medios racionales se extiende en otros pensadores, hasta tocar el ámbito social. Si queremos un orden democrático como premisa fundamental para el desarrollo social y económico, no basta confiar esa tarea a los órganos de gobierno; la sociedad civil debe actuar como apoyo al sostenimiento de la paz pública. Esta preocupación es palpable en los escritores que desarrollaron la teoría del asociacionismo. Como señala Marc Warren:
“Dentro de la teoría de la democracia cada vez es más marcado el acuerdo en torno al punto de vista tocquevilliano, que las virtudes y la viabilidad de la democracia dependen del vigor de su vida asociativa.” (10) No ayuda a este propósito la desafección. Caer en el retraimiento de la vida pública para, como sostenía Constant, dedicarse exclusivamente al gozo pacífico de los bienes privados. Sabemos que esa desafección es el costado más vulnerable del egoísmo. Es el individualismo a ultranza que se empeña en resucitar el neoliberalismo. Para los defensores de esta posición, simple y sencillamente, la sociedad no existe; lo que hay son individuos productores y consumidores en competencia entre sí, de manera que no puede darse ninguna pauta redistributiva entre ellos. En el extremo de ese “individualismo posesivo”, Robert Nozick atacó las doctrinas de la justicia social opinando que “la envidia subyace en el igualitarismo”, o sea, que los pobres piden justicia por abrigar resentimientos contra quienes sí supieron amasar una fortuna.

Voracidad mercantil

Aparte de estos desvaríos, lo cierto es que la voracidad mercantil, sin acotamientos, promovida por el neoliberalismo, representa una desventaja sea para el orden público sea para el orden civil. Como indica Michael Walzer, la idea es “correr a los mercaderes del templo, mas no de la ciudad”. En la ciudad es donde el individuo establece lazos con sus semejantes al tratar de satisfacer, con el auxilio del poder asociativo, sus intereses, necesidades y reclamos más cotidianos. Allí actúa no tanto como zoon politikón o como homo economicus, sino como miembro de una o varias organizaciones específicamente orientadas. La sociedad civil es el espacio donde, en uso de su libertad y autodeterminación, el individuo se mueve en el espacio asociativo. Es de suma importancia, para los fines de nuestra investigación, mantener firme la idea de que el individuo es un agente moral con facultades de raciocinio y de ejercer su capacidad de seleccionar entre diferentes alternativas. Sin este requisito es imposible elaborar una convincente teoría de la sociedad civil.
En el desarrollo de este trabajo, consideré oportuno abordar asuntos que están entre los temas más acuciantes de nuestro tiempo, en las fronteras del conocimiento, como son la globalización y el tribalismo. Qué podemos decir cuando estos fenómenos ya están instalados entre nosotros como asuntos que interesan por su novedad y fuerza, para las sociedades al inicio del siglo XXI.
Aclaro, de entrada, que el punto de vista desde el cual emprendo el análisis de la sociedad civil no es ni el histórico ni el ideológico sino, primordialmente, el de la filosofía política; donde por filosofía política entiendo el análisis de los conceptos y los argumentos expuestos por los autores. La premisa inicial de la filosofía política es que la elaboración de las doctrinas políticas no se contenta con la explicación del medio en el cual los escritores produjeron sus obras. Esa producción intelectual tampoco se agota en la corriente ideológica en la que se sitúan las preferencias políticas de su creador. Frente a estas perspectivas, cuya validez científica no está en discusión, la filosofía política penetra en el conocimiento de la estructura que sostiene los planteamientos desplegados en los “textos clásicos” y hace ver que entre los autores, más allá del lugar y del tiempo, hay un diálogo en el cual es posible apreciar ciertos “temas recurrentes” y ciertos “diseños mentales” utilizados con apreciable constancia. Cuando éstos se comparan y se ponen en disputa, aparecen las respectivas preferencias y alternativas frente al mundo práctico.
Reconozco en mi manera de abordar a la sociedad civil desde la óptica de la filosofía política dos grandes fuentes de inspiración. Por una parte, mi formación académica en la llamada “Escuela de Turín”, encabezada por Norberto Bobbio; por otra parte, la influencia de la literatura anglosajona, que es la que más ha trabajado el tema de análisis. Por eso el lector verá combinadas estas dos vertientes a lo largo del capitulado.
Señalo, por último, que en la filosofía política antigua y medieval el Estado y la sociedad civil fueron asumidos como expresiones sinónimas. Partamos de esta primera simbiosis con los rasgos organicistas que aquí he destacado, pero sin confundir la política con la etnicidad.

1 Gale Stockes, The Walls Came Tumbling Down. The Collapse of Communism in Eastern Europe, Oxford University Press, Oxford, 1993, p. 140.
2 Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública, versión castellana de Antonio Domménech, con la colaboración de Rafael Grasa, Gustavo Gili, México, 1997, p. 34.
3 Bronislaw Geremek, “Civil Society Then and Now”, Journal of Democracy, vol. 3, 1992, p. 4.
4 Keith Tester, Civil Society, Routledge, London-New York, 1992, p. 11.
5. Marc E. Warren, Democracy and Association, Princeton University Press, Princeton, 2001, p. 3.
6. Ernest Gellner, “Review of Socialism”, Soviet Studies, vol. 44, 1992, p. 353.
7 Benjamin Barber, “Strengthening Democracy by Recreating Civil Society”, For Independent Sector, Conference on Civil Society, septiembre 5, 1996, Washington, D.C. Citado por Brian O’Connell, Civil Society. The Underpinnings of American Democracy, University of New England, Hanover, 1999, p. 10.
8 Jean L. Cohen y Andrew Arato, Civil Society and Political Theory, The MIT Press, Cambridge (Massachusetts), 1994, p. 82.
9 Bronislaw Geremek, “Civil Society Then and Now”, op. cit., p. 5.
10 Keith Tester, loc. cit.


* Texto tomado del libro El despertar de la sociedad civil. Una perspectiva histórica, de José Fernández Santillán, editorial Océano, México, 2003.